[…Estuvo esperándola mucho tiempo, allí apoyado, solo, como tantas tardes, con la única compañía del olor a tabaco recién prendido y la humedad que despierta la última manguera de la madrugada antes de volver a casa; entonces, de improviso, pasó veloz, sin mirarlo, sin tenerlo en cuenta, y cuando se giró, supo por un momento que ya no estaba a su alcance, y esperó sentado, impasible, a cómo el azar hacía el resto; envuelto en un halo de incertidumbre, ese, que no era más que la fugaz espera de su mirada perdida…en el momento en el que no había nada más que hacer, que esperar su vuelta…]
Renglones bajo una luz. 2011.
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