...recuerdos de aquel niño que leía los libros de Gil Pérez en el viejo sillón de La Vega, aquellos recortes amarillos en el armario, aquellas tardes en la fría piedra del estadio, aquellos sueños, pensamientos y deseos que tuve desde aquella grada que fue mía, DESDE MI GRADA VIEJA...

lunes, 18 de enero de 2021

La buhardilla de los sueños

En el mueble que presidía majestuoso el salón de mi casa de Salamanca, mi madre siempre tuvo a bien reservarme uno de los cajones del mismo cuando era crío.

En aquellos primeros ochenta, mis juguetes favoritos no eran muy grandes; y prácticamente todo lo que amaba de chico con mis seis o siete años, podía guardarlo en aquel cajón sin problema. 

Recuerdo que en muchas ocasiones en aquel entonces, me invadía un deseo extraño y tremendamente placentero; consistía en imaginar, con poco esfuerzo lo conseguía, que era capaz de menguar de tamaño, de hacerme más chico aún, y lograr dormir con mis pequeños juguetes dentro de aquel cajón.

Cuando en sueños lograba cumplirlo, de forma reconfortante experimentaba una sensación tal, de sentirme rodeado y protegido por todo aquello que me apasionaba en aquel momento, que a pesar de todo el tiempo que ha pasado, lo sigo recordando.

Cuando compramos esta casa hace diez años, cuando aún éramos dos, si hubo un lugar que me fascinó desde el principio, ese fue la buhardilla.

Reconozco que nunca había vivido en una casa con alguna; pero enseguida imaginé sentir allí esa sensación de disfrutar de un espacio apartado, solitario, donde uno pudiese tener momentos de escucharse solo a sí mismo... aislándose, en una casa grande como es ésta, de todo el ruido del resto de plantas que descansan más abajo.

En el momento de la compra, me vinieron, por su semejanza, recuerdos de aquel viejo desván de casa de mis abuelos paternos, en La Sagrada, donde sé que empecé a forjar esa afición a coleccionar papel antiguo, aprovechando ese "Diógenes" no patológico que tienen muchos de nuestros mayores (el de los míos en forma de pilas de periódicos viejos), quizá por eso de que vivieron épocas en las que nada sobraba.

Meses antes del confinamiento, había decidido trasladar todas mis cosas de fútbol allí arriba, todas las cajas de mi colección de material de la Unión, todas la carpetas de recortes, todos los libros que habían estado abajo hasta entonces, junto a todos los juguetes viejos de los niños, sin mucho orden hasta aquel instante. 

Siempre había pensado que toda aquella cantidad de cosas que me apasionan, merecían un lugar mejor, y el final del 2019 fue el momento elegido para el cambio.

Si Marzo y Abril fueron meses para olvidar para todos, a mí me hundieron en Mayo; no pude salvar el barco, que herido de muerte desde un primer impacto certero e irreparable en su línea de flotación, se fue a pique sin remedio.

Fue desde entonces donde aquella buhardilla se convirtió en el cajón del mueble del salón de mi casa de Salamanca de cuando era crío; y así cada noche, hasta Agosto, cuando se dormían los pequeños; trepaba hasta allí arriba, me rodeaba de carpetas, clasificaba cromos, releía pasajes de la historia de la Unión en mis amados libros viejos; y me quedaba dormido bajo esa sensación de que todas aquellas cosas me protegían; agarrándome a ellas cada noche buscando fuerzas, pensando en que mañana al despertar, todo habría sido un sueño.

Dicen que no son los lugares, sino el momento de nuestras vidas en el que estuvimos allí y el con quién estuvimos allí, lo que verdaderamente recordamos y pone en valor a los mismos... y con toda seguridad siento hoy que eso es cierto.

Mi cajón de los juguetes particular, mi buhardilla de los sueños, toca el cielo de mis lugares favoritos hoy, no por la luz que tiene ni por las vistas del barrio cuando miro al norte desde sus ventanas diminutas, sino porque la descubrí en el punto de inflexión de mi vida...

Mi cajón de los juguetes particular, mi buhardilla de los sueños, toca el cielo de mis lugares favoritos hoy, no por su terraza soleada, ni por su acústica cuando pongo mi música sin descanso, sino por la compañía que tuve cada noche de aquellos tres meses allí arriba...

Porque no estuve solo; estuvisteis muchos de vosotros y vuestros mensajes de aliento cada noche, estuvieron mis cromos, mis recortes, mi colección de fotos de la Unión, sus insignias y sus llaveros, estuvo el Diego y su autógrafo, estuvieron D'Alessandro, Juanjo, Rezza, Iglesias, Lanchas, Enrique, Juanito, Víctor, Alves, Pita, Pérez... que me miraban cada noche desde el póster de aquel partido del 76 que descansa allí colgado, estuvo tu escudo (¡gracias Manuel, amigo!) que preside majestuoso la estancia desde entonces; estuvieron mis niños, Ángel y Rubén, con sus rostros enormes en mi cuadro favorito; y estuviste tú; quizá aún no te conozca, o sí, quién sabe, que me hacías soñar con que una nueva felicidad podría ser posible... 

Desconozco aún lo que me deparará la vida a partir de ahora, pero de lo que sí tengo certeza es de que en mi casa, una planta por encima de ésta desde la que estoy escribiendo, hay una estancia, a la que si trepas de noche y en ella cierras los ojos fuerte, rodeado de todas aquellas pequeñas cosas que se esconden en sus estantes... en forma de luz de esperanza, se asoman tus sueños.