Durante
la carrera me enseñaron que se podía sobrevivir de esa manera; ha pasado
bastante tiempo desde aquellas lecciones en el Aula 2 y hoy me he dado cuenta
que de verdad, es posible.
Tengo
pocas oportunidades de volver a casa a lo largo del año, en Ferias suele ser
una de ellas; y hoy, como no podía ser de otra forma, volví al Helmántico…y me
di cuenta, triste, de que algunas cosas habían cambiado respecto al año pasado
y al anterior y al otro…cosas de las que a lo mejor te das más cuenta cuando no
tienes oportunidad de visitarlo tantas veces como te gustaría, cuando pasa
demasiado tiempo entre cada visita.
Cosas
como que cada vez es más sencillo encontrar un sitio cerca de la portería de
Fondo Sur o que cada vez hay más asientos libres alrededor del que finalmente eliges.
Lejos
quedaron aquellos otros tiempos en los que el termómetro de afluencia en las
grandes entradas eran los laterales de Preferencia y Tribuna a medio llenar;
ahora hasta el mítico Fondo Sur, que hoy me cobija; se ve muy mermado en su asistencia.
El
mismo Fondo Sur que en el 88, cuando mi localidad la tenía en Preferencia,
escrutaba cada domingo con mi mirada en busca de huecos imposibles y sólo
encontraba el “adoquinado” inolvidable de todas aquellas cabezas juntas, que de
pie, rebosaban siempre su capacidad incluso en segunda división.
Afortunadamente
también hay cosas que no han cambiado y hoy también fue el día en que me di
cuenta de ello; cosas como lo es ese aliento de ánimo rotundo que surge de una
grada inmortal como es el Fondo Sur del Estadio Helmántico, que con el esfuerzo
impagable de las peñas de cada momento de la historia; continúa rugiendo con voz
clara negándose a retirar el sustento de su voz al que hoy yace herido, ese
pulmón que sigue respirando como entonces, con menos volumen, sí; pero con la
misma rotundidad que en aquel tiempo…entonces me hice pequeño y me fui lejos, y
recordé aquel gol de Antonio Orejuela en el 83 y el primer clamor que oí en mi
vida desde ese fondo y mi cara de sorpresa en brazos de mi padre, aquel grito
seco y sordo que brotó por encima de nuestras cabezas, o aquel de indignación
por el penalti en contra en copa frente al Valencia en el 87, ensordecedor, cuando
me agarraba a la verja verde, respaldado por aquella voz que clamaba firme tras
mi espalda y los cientos de ovaciones cerradas, atronadoras, y los ¡huys! y ese
¡Unión..! a todo volumen que me emocionó siempre y por el que me sentía
arropado cada vez que me unía a él y se diluía mi voz entre tantas otras.
Y
aunque aquellos eran, efectivamente, tiempos en los que la afición a la UDS y
Salamanca latían más cercanos; y en los que la gente no encontraba razones para
no ir al fútbol a ver a la Unión, y en cambio ahora las encuentran todas; guardo
en mi la certeza y quiero creer, a pesar de que solo salva clubes el dinero y al
romanticismo/fútbol lo mataron, que mientras haya una masa social, por reducida
que sea, que mantenga vivo el hálito que alienta al unionismo que acude al
estadio…seguiremos vivos; y aunque ese Fondo Sur inmortal ya no empuje con su
voz balones que saca de puerta D’Alessandro, sé que mientras ruja y emocione
como siempre lo ha hecho con más o menos fuerza que en aquellos otros tiempos; el
unionismo, aunque sea con un solo pulmón como con el que hoy se sustenta, como
me dijeron en la facultad; será capaz de seguir sobreviviendo.
Por
tardes como esta, por tantas tardes;
gracias Fondo Sur, porque incluso lejos,
desde
allí donde me llevó el destino;
al cerrar los ojos, sigo oyendo tu clamor.