...recuerdos de aquel niño que leía los libros de Gil Pérez en el viejo sillón de La Vega, aquellos recortes amarillos en el armario, aquellas tardes en la fría piedra del estadio, aquellos sueños, pensamientos y deseos que tuve desde aquella grada que fue mía, DESDE MI GRADA VIEJA...

martes, 12 de octubre de 2021

De Redknapp a Enrique Miguel: Mi leyenda de Tittyshev.

 

“Siempre quise jugar en la Unión; lucir esa camiseta, notarla,

saltar a un césped con ella; me hubiera bastado un minuto;

poder plasmar mi nombre entre aquellos que sí lo hicieron,

aunque fuese el último de la lista.”

Ángel Martín Fuentes (1977- ) 


Corría 1990 y agotaba mis pobres posibilidades de lograr ser futbolista en el campo de cemento de futbol-sala que construyeron en el viejo patio de arena del Colegio Maestro Ávila de Salamanca.

Una mañana de sábado, como tantas otras, calcé mis deportivas y ajusté mis medias, con esa ilusión del que soñaba con fútbol a cada instante; con la única finalidad de poder jugar unos minutos.

Venía el líder en aquel momento, el equipo del "Juan Jaén" y como yo era de los malos, sabía que las posibilidades de lucir medias, si el partido estaba igualado, eran remotas.

El entrenador era Manuel, joven universitario, estricto, algo vehemente en ocasiones, pero con un buen manejo de un vestuario lleno de deshechos de tienta futbolística menores de 15 años.

Ahora entiendo mejor que ser entrenador de escolares no es sencillo, sobre todo cuando contemplas la diferencia técnica de unos y otros y moralmente estás obligado a que todos jueguen un poco. No les quito mérito.

Pasaron los minutos, calenté hasta tres veces… Y en el ocaso de un partido ya decidido, me mandó salir. En aquellos tiempos se jugaba a reloj corrido en aquellas categorías; y un desafortunado balón largo perdido en banda de un patio descomunal hizo de puntilla. No me dio tiempo a llegar al centro del campo, llevaba menos de diez zancadas dentro; cuando el árbitro pitó el final.

Desde la dureza de un momento que aún recuerdo sonrojante… hoy imagino, y hasta sonrío visualizándolo; que si aquello hubiera sucedido en un partido de la Unión; y yo hubiera sido un canterano debutante, lo hubiera dado por bueno; me hubiera bastado para cumplir el sueño, lucir aquella camiseta, aquel escudo; pisar un césped con ella, tocarlo, persignarme al hacerlo… porque aquel hecho en sí, si hubiera sucedido de aquella forma, por su grandeza, por su significado para mi, hubiera estado por encima de los sonrojos.

Pasó el tiempo, y agotadas las posibilidades de lograrlo por la vía reglamentaria futbolística del canterano cuando uno va cumpliendo años; sólo quedaba soñar en los veintimuchos o treinta y pocos; con encontrar a un Harry Redknapp de turno que se girase desde el banquillo en uno de aquellos partidos amistosos de pretemporada por la provincia, y me hiciera “debutar” como aficionado unionista del mismo modo que sucedió con Steve Davis en las filas del West Ham en el 94: (Ved el maravilloso Informe Robinson: La leyenda de Tittyshev).

Pero ni Caturla, Redondo, Rezza, Joanet, Lillo… fueron Redknapp, ni el que os escribe nunca fue un hincha impertinente como Steve Davis aquella tarde en el Court Place Farm del Oxford City.

Ya por encima de los 40 la cosa es todavía más complicada… ¿existen vías para poder sentir ese escudo en el pecho y acercarse a la historia de la Unión de alguna manera en el sentido que os comentaba, en este momento?...

Este blog me ha permitido tocar el cielo del unionismo infinidad de veces, hasta niveles impensables cuando empecé; lograr acercarme personalmente a figuras futbolísticas del club de mis amores; y mucho más después de la desaparición del mismo, haciendo recíproco un cariño mutuo entre exjugadores y el que os escribe.

En mi última visita a Salamanca, el jugador con más partidos disputados en la historia del club, el hombre que más encuentros ha llevado ese escudo en el pecho; me hizo un regalo.

Con un “No podría estar en mejores manos…” Don Enrique Miguel Martín, al que conocí personalmente en Madrid con motivo de la entrega de los Zamoras de D’Alessandro, me hizo llegar una camiseta original de la Unión Deportiva Salamanca del 82… usada por él.

No creo que haya nada que pueda superar algo semejante; y no visualizo en el hoy; con una Unión Deportiva Salamanca desaparecida, nada que pueda parecerse más a haber lucido esa camiseta en algún momento, que conservar y poder apretar entre las manos una original usada en los años dorados del club.

De momento luce enmarcada en mi “Buhardilla de los sueños”… no tuve valor para probármela… Quizá algún día abra el marco… ¿debo hacerlo?... y pueda "vengar" así a Manuel, el míster de escolares, o lucirla como el “búlgaro” Tittyshev, siguiendo instrucciones de Enrique Miguel, que me dio esta oportunidad impagable, y sentir por fin su escudo original en el pecho y poder cerrar el círculo, otro… éste como debutante imaginario en la Unión Deportiva Salamanca; cerrando los ojos, como niño que sueña, como lo que sigo siendo…

 


Gracias Enrique, no pudiste hacerme más feliz.

lunes, 18 de enero de 2021

La buhardilla de los sueños

En el mueble que presidía majestuoso el salón de mi casa de Salamanca, mi madre siempre tuvo a bien reservarme uno de los cajones del mismo cuando era crío.

En aquellos primeros ochenta, mis juguetes favoritos no eran muy grandes; y prácticamente todo lo que amaba de chico con mis seis o siete años, podía guardarlo en aquel cajón sin problema. 

Recuerdo que en muchas ocasiones en aquel entonces, me invadía un deseo extraño y tremendamente placentero; consistía en imaginar, con poco esfuerzo lo conseguía, que era capaz de menguar de tamaño, de hacerme más chico aún, y lograr dormir con mis pequeños juguetes dentro de aquel cajón.

Cuando en sueños lograba cumplirlo, de forma reconfortante experimentaba una sensación tal, de sentirme rodeado y protegido por todo aquello que me apasionaba en aquel momento, que a pesar de todo el tiempo que ha pasado, lo sigo recordando.

Cuando compramos esta casa hace diez años, cuando aún éramos dos, si hubo un lugar que me fascinó desde el principio, ese fue la buhardilla.

Reconozco que nunca había vivido en una casa con alguna; pero enseguida imaginé sentir allí esa sensación de disfrutar de un espacio apartado, solitario, donde uno pudiese tener momentos de escucharse solo a sí mismo... aislándose, en una casa grande como es ésta, de todo el ruido del resto de plantas que descansan más abajo.

En el momento de la compra, me vinieron, por su semejanza, recuerdos de aquel viejo desván de casa de mis abuelos paternos, en La Sagrada, donde sé que empecé a forjar esa afición a coleccionar papel antiguo, aprovechando ese "Diógenes" no patológico que tienen muchos de nuestros mayores (el de los míos en forma de pilas de periódicos viejos), quizá por eso de que vivieron épocas en las que nada sobraba.

Meses antes del confinamiento, había decidido trasladar todas mis cosas de fútbol allí arriba, todas las cajas de mi colección de material de la Unión, todas la carpetas de recortes, todos los libros que habían estado abajo hasta entonces, junto a todos los juguetes viejos de los niños, sin mucho orden hasta aquel instante. 

Siempre había pensado que toda aquella cantidad de cosas que me apasionan, merecían un lugar mejor, y el final del 2019 fue el momento elegido para el cambio.

Si Marzo y Abril fueron meses para olvidar para todos, a mí me hundieron en Mayo; no pude salvar el barco, que herido de muerte desde un primer impacto certero e irreparable en su línea de flotación, se fue a pique sin remedio.

Fue desde entonces donde aquella buhardilla se convirtió en el cajón del mueble del salón de mi casa de Salamanca de cuando era crío; y así cada noche, hasta Agosto, cuando se dormían los pequeños; trepaba hasta allí arriba, me rodeaba de carpetas, clasificaba cromos, releía pasajes de la historia de la Unión en mis amados libros viejos; y me quedaba dormido bajo esa sensación de que todas aquellas cosas me protegían; agarrándome a ellas cada noche buscando fuerzas, pensando en que mañana al despertar, todo habría sido un sueño.

Dicen que no son los lugares, sino el momento de nuestras vidas en el que estuvimos allí y el con quién estuvimos allí, lo que verdaderamente recordamos y pone en valor a los mismos... y con toda seguridad siento hoy que eso es cierto.

Mi cajón de los juguetes particular, mi buhardilla de los sueños, toca el cielo de mis lugares favoritos hoy, no por la luz que tiene ni por las vistas del barrio cuando miro al norte desde sus ventanas diminutas, sino porque la descubrí en el punto de inflexión de mi vida...

Mi cajón de los juguetes particular, mi buhardilla de los sueños, toca el cielo de mis lugares favoritos hoy, no por su terraza soleada, ni por su acústica cuando pongo mi música sin descanso, sino por la compañía que tuve cada noche de aquellos tres meses allí arriba...

Porque no estuve solo; estuvisteis muchos de vosotros y vuestros mensajes de aliento cada noche, estuvieron mis cromos, mis recortes, mi colección de fotos de la Unión, sus insignias y sus llaveros, estuvo el Diego y su autógrafo, estuvieron D'Alessandro, Juanjo, Rezza, Iglesias, Lanchas, Enrique, Juanito, Víctor, Alves, Pita, Pérez... que me miraban cada noche desde el póster de aquel partido del 76 que descansa allí colgado, estuvo tu escudo (¡gracias Manuel, amigo!) que preside majestuoso la estancia desde entonces; estuvieron mis niños, Ángel y Rubén, con sus rostros enormes en mi cuadro favorito; y estuviste tú; quizá aún no te conozca, o sí, quién sabe, que me hacías soñar con que una nueva felicidad podría ser posible... 

Desconozco aún lo que me deparará la vida a partir de ahora, pero de lo que sí tengo certeza es de que en mi casa, una planta por encima de ésta desde la que estoy escribiendo, hay una estancia, a la que si trepas de noche y en ella cierras los ojos fuerte, rodeado de todas aquellas pequeñas cosas que se esconden en sus estantes... en forma de luz de esperanza, se asoman tus sueños.