"Si vuelves al Norte, no te olvides: Siguiendo el Nervión desde Bilbao y dejando Amurrio atrás, llegarás a Orduña. Si la despides a la derecha y buscas Gasteiz, en pocos cientos de metros, a la izquierda, tras una gran puerta de rejas, y caminando hacia la tapia que da al Este, encontrarás a Carlitos junto a su familia..."
Cuando el 4 de Junio de 1933, Juan Antonio, Escolar, Alonso, Emilio, Jimeno, Seirul-lo, Barrado, Pereiro, Gil y Luengo, formaron para la fotografía que descansa dos párrafos más abajo, lo menos importante era el partido a disputar.
Esperaba en el Campo del Calvario el Valdepeñas de Ciudad Real, era la quinta jornada de la liguilla para el ascenso a 1ª categoría y la Unión, que meses antes había logrado el campeonato regional en su primera fase; entre Mayo y Junio, en la segunda, dirimía su futuro frente al Patria y la Tranviaria, ambos de Madrid y frente al mencionado Valdepeñas, campeón comarcal Sur.
Tras las cuatro primeras jornadas de la fase disputadas, la Unión encabezaba la tabla y dependía de sí mismo para proclamarse campeón y alcanzar la fase definitiva por el ascenso; una victoria en casa frente al equipo manchego, y quizá un empate en la última jornada en Madrid frente a la Tranviaria podrían valerle para el objetivo, pero desde hacía menos de 48 horas, aquel entusiasmo futbolístico en forma de cábalas del que se había llenado la última semana la ciudad, se transformó inesperadamente en lágrimas.
La U.D.Salamanca forma el 4 de Junio de 1933 antes del definitivo choque frente al Valdepeñas
Una punta de ataque formada por el cinco: Barrado, Pereiro, Gil Remírez, Saráchaga y Alejo, con Galán, Zapa y Emilio como recambios puntuales, enamoró a la parroquia salmantina con su juego durante aquella temporada.
De perfil atlético, dueño del ala izquierda de aquel conjunto y de tremendo disparo según las crónicas, destacaba un joven de apenas 20 a su llegada, que como otros muchos aterrizó en Salamanca gracias a sus estudios universitarios que prolongaría en nuestra ciudad después de haberse desplazado desde Zaragoza.
Natural de Orduña - Vizcaya, pronto destacó como deportista y vinculado a sus inicios universitarios en medicina militó en el fútbol aragonés en los precursores del actual Real Zaragoza, llegando a jugar en la temporada 29-30 en el Iberia CF en toda una 2ª división.
En diciembre de 1931 llegó a Salamanca, a media temporada 31-32 y disputó numerosos encuentros amistosos con el equipo; destacando ya por una calidad que le haría militar en el equipo la temporada siguiente de forma indiscutible.
Máximo goleador del conjunto aquella campaña 32-33 hasta el encuentro frente al Valdepeñas, el día 2 de Junio, de forma totalmente inesperada y tras una fulminante enfermedad, presumiblemente infecciosa, el joven futbolista e ídolo de la afición salmantina fallecía sorprendentemente.
El insigne Don Germán Herrero comunicaba con estas palabras la triste noticia: "Con el pesar de la noticia que cae sobre nosotros como una losa de plomo, escribimos la desgracia acaecida al buen amigo, al querido camarada, al gran deportista Carlos Saráchaga. Todas nuestras alegrías, todas nuestras esperanzas, las reunimos en solo dolor, para llorar la pérdida del amigo".
En menos de 48 horas la Unión debía jugar el encuentro decisivo, eran otros tiempos, quizá la convivencia con la muerte de un joven en los años 30 era diferente a la actual; y así se jugó, con el dolor a flor de piel en la ciudad de Salamanca, un brazalete negro (foto del once superior) y la suspensión de actos folklóricos vinculados al encuentro, sirvieron de signos de respeto por un deportista brillante que en su año y medio en la ciudad dejó huella deportiva.
"Bajo la impresión de un profundo dolor nos encontramos con el partido de esta tarde" - rezaban las crónicas - "sin alma en el equipo y sin convicción en los decaídos ánimos de los valientes defenders de la Unión Deportiva Salamanca".
1-2 concluyó aquel encuentro que acabó con las esperanzas de ascenso en un año en el que el guión lógico hacía pensar en ello.
"El deber nos obliga a escribir, cuando querríamos romper la pluma..." Iniciaba su crónica un emocionado "Julio" máscara del gran Herrero Fabregat, tras un partido para el olvido futbolístico, pero para el recuerdo en nuestra desaparecida historia.
Aún faltaba un encuentro, el domingo siguiente en Madrid frente a la Tranviaria al que la Unión llegó con remotas opciones de ser campeón del grupo. 3-0 fue el resultado final... "Tuvimos el campeonato en la mano, pero nuestro mejor jugador se lo llevó consigo..." Concluyeron las crónicas locales.
Carlos Saráchaga Larrea, fue ese "mártir" que cada club de fútbol guarda en su corazón a lo largo de su historia, en este caso la de la Unión, ese ídolo joven caído cuando no le tocaba; en una Unión que acababa de cumplir diez años de vida y antes de la aparición de Pruden; Saráchaga en aquel momento, por proyección, podía considerarse junto a Perico Helguera, el mejor jugador de la historia unionista.
Tras el duro golpe y tras los primeros días, llegó el turno del recuerdo; desde la movilización de algún exjugador (Pardo) para reforzar al equipo, como donativos que a propuesta de prensa y secretaría del club abogaban por rendir tributo al que falleció mientras defendía a la Unión Deportiva Salamanca, en forma de placa, busto o monumento en el Campo del Calvario.
Así se empezaron a recaudar pesetas en la sede de la Cuesta del Carmen nº10, pero desgraciadamente cuando en Septiembre del mismo año se dio por finalizado el recuento, lo recaudado no llegó para construirle un monumento como se deseaba; sí se dedicó en cambio para la organización y los premios de un trofeo que cada año llevaría su nombre.
Pero con motivo del aniversario del fallecimiento del jugador, ya en Junio de 1934, su compañero de equipo, el defensa Segundo Escolar, repujó una placa de bronce en honor a su compañero y amigo para su recuerdo eterno, que fue colocada en el campo del Calvario el 16 de Agosto de 1934.
En el intermedio del encuentro homenaje a los jugadores de la primera plantilla del 34 se realizó el acto de colocación de la placa: "De forma provisional, mientras se pone en sitio adecuado, Manolo y Jimeno, en un ángulo de la tribuna dejaron la obra de su otro compañero, Segundo Escolar, que es una maravilla de ejecución. En la U.D.S se le prepara un sitio en condiciones para ponerle después un jardinito, que sirva para que sus compañeros, todos los años depositen un ramo de flores": Así lo contaron las crónicas.
Aquella placa, dicen, posteriormente estuvo en el vestuario del viejo campo, tengo entendido que nunca tuvo jardín ni monumento alguno, desconozco si sobrevivió a remodelaciones del estadio, y a buen seguro que si lo hizo, se marchó con él en el 70, quizá entre sus escombros.
Club ajeno a su historia tantas veces, no erigió el monumento prometido, uno a semejanza de otros clubes y sus leyendas fallecidas en activo... ¡Qué bonito hubiera sido!, y además, el torneo con su nombre se extinguió pocos años después...
Hace tiempo, en los 90, leí a Lorenzo Ruano ahondando en su figura; fue la primera vez que sentí a Saráchaga como lo que verdaderamente debió ser.
Hoy en el Blog, con el simbolismo que supone haber llegado al lugar donde descansa la leyenda de Don Carlos, a su casa, a Orduña, reivindico la memoria de ese niño-hombre de 21 años que se marchó vistiendo la camiseta de la Unión y que nunca, nunca, debe ser olvidado.
De perfil atlético, dueño del ala izquierda de aquel conjunto y de tremendo disparo según las crónicas, destacaba un joven de apenas 20 a su llegada, que como otros muchos aterrizó en Salamanca gracias a sus estudios universitarios que prolongaría en nuestra ciudad después de haberse desplazado desde Zaragoza.
Natural de Orduña - Vizcaya, pronto destacó como deportista y vinculado a sus inicios universitarios en medicina militó en el fútbol aragonés en los precursores del actual Real Zaragoza, llegando a jugar en la temporada 29-30 en el Iberia CF en toda una 2ª división.
En diciembre de 1931 llegó a Salamanca, a media temporada 31-32 y disputó numerosos encuentros amistosos con el equipo; destacando ya por una calidad que le haría militar en el equipo la temporada siguiente de forma indiscutible.
Máximo goleador del conjunto aquella campaña 32-33 hasta el encuentro frente al Valdepeñas, el día 2 de Junio, de forma totalmente inesperada y tras una fulminante enfermedad, presumiblemente infecciosa, el joven futbolista e ídolo de la afición salmantina fallecía sorprendentemente.
Imagen de D.Carlos Saráchaga Larrea
El insigne Don Germán Herrero comunicaba con estas palabras la triste noticia: "Con el pesar de la noticia que cae sobre nosotros como una losa de plomo, escribimos la desgracia acaecida al buen amigo, al querido camarada, al gran deportista Carlos Saráchaga. Todas nuestras alegrías, todas nuestras esperanzas, las reunimos en solo dolor, para llorar la pérdida del amigo".
En menos de 48 horas la Unión debía jugar el encuentro decisivo, eran otros tiempos, quizá la convivencia con la muerte de un joven en los años 30 era diferente a la actual; y así se jugó, con el dolor a flor de piel en la ciudad de Salamanca, un brazalete negro (foto del once superior) y la suspensión de actos folklóricos vinculados al encuentro, sirvieron de signos de respeto por un deportista brillante que en su año y medio en la ciudad dejó huella deportiva.
"Bajo la impresión de un profundo dolor nos encontramos con el partido de esta tarde" - rezaban las crónicas - "sin alma en el equipo y sin convicción en los decaídos ánimos de los valientes defenders de la Unión Deportiva Salamanca".
1-2 concluyó aquel encuentro que acabó con las esperanzas de ascenso en un año en el que el guión lógico hacía pensar en ello.
"El deber nos obliga a escribir, cuando querríamos romper la pluma..." Iniciaba su crónica un emocionado "Julio" máscara del gran Herrero Fabregat, tras un partido para el olvido futbolístico, pero para el recuerdo en nuestra desaparecida historia.
Aún faltaba un encuentro, el domingo siguiente en Madrid frente a la Tranviaria al que la Unión llegó con remotas opciones de ser campeón del grupo. 3-0 fue el resultado final... "Tuvimos el campeonato en la mano, pero nuestro mejor jugador se lo llevó consigo..." Concluyeron las crónicas locales.
Carlos Saráchaga Larrea, fue ese "mártir" que cada club de fútbol guarda en su corazón a lo largo de su historia, en este caso la de la Unión, ese ídolo joven caído cuando no le tocaba; en una Unión que acababa de cumplir diez años de vida y antes de la aparición de Pruden; Saráchaga en aquel momento, por proyección, podía considerarse junto a Perico Helguera, el mejor jugador de la historia unionista.
Tras el duro golpe y tras los primeros días, llegó el turno del recuerdo; desde la movilización de algún exjugador (Pardo) para reforzar al equipo, como donativos que a propuesta de prensa y secretaría del club abogaban por rendir tributo al que falleció mientras defendía a la Unión Deportiva Salamanca, en forma de placa, busto o monumento en el Campo del Calvario.
Así se empezaron a recaudar pesetas en la sede de la Cuesta del Carmen nº10, pero desgraciadamente cuando en Septiembre del mismo año se dio por finalizado el recuento, lo recaudado no llegó para construirle un monumento como se deseaba; sí se dedicó en cambio para la organización y los premios de un trofeo que cada año llevaría su nombre.
Pero con motivo del aniversario del fallecimiento del jugador, ya en Junio de 1934, su compañero de equipo, el defensa Segundo Escolar, repujó una placa de bronce en honor a su compañero y amigo para su recuerdo eterno, que fue colocada en el campo del Calvario el 16 de Agosto de 1934.
Imagen de la placa homenaje al fallecido deportista.
En el intermedio del encuentro homenaje a los jugadores de la primera plantilla del 34 se realizó el acto de colocación de la placa: "De forma provisional, mientras se pone en sitio adecuado, Manolo y Jimeno, en un ángulo de la tribuna dejaron la obra de su otro compañero, Segundo Escolar, que es una maravilla de ejecución. En la U.D.S se le prepara un sitio en condiciones para ponerle después un jardinito, que sirva para que sus compañeros, todos los años depositen un ramo de flores": Así lo contaron las crónicas.
Aquella placa, dicen, posteriormente estuvo en el vestuario del viejo campo, tengo entendido que nunca tuvo jardín ni monumento alguno, desconozco si sobrevivió a remodelaciones del estadio, y a buen seguro que si lo hizo, se marchó con él en el 70, quizá entre sus escombros.
Club ajeno a su historia tantas veces, no erigió el monumento prometido, uno a semejanza de otros clubes y sus leyendas fallecidas en activo... ¡Qué bonito hubiera sido!, y además, el torneo con su nombre se extinguió pocos años después...
Hace tiempo, en los 90, leí a Lorenzo Ruano ahondando en su figura; fue la primera vez que sentí a Saráchaga como lo que verdaderamente debió ser.
Hoy en el Blog, con el simbolismo que supone haber llegado al lugar donde descansa la leyenda de Don Carlos, a su casa, a Orduña, reivindico la memoria de ese niño-hombre de 21 años que se marchó vistiendo la camiseta de la Unión y que nunca, nunca, debe ser olvidado.
Escrito desde el corazón con el máximo respeto
a los descendientes de las familias Saráchaga Larrea
en recuerdo de uno de los nuestros, de uno de nosotros:
a los descendientes de las familias Saráchaga Larrea
en recuerdo de uno de los nuestros, de uno de nosotros:
Don Carlos, "Carlitos" Saráchaga.
Fuentes:
Fotos Almaraz y Billion Graves
#LaHistoriaNoSeCompra
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